Flores: Labuan Bajo e islas

 

Dragón de Komodo

 

19 de septiembre

De vuelta en Bali, aunque solo por una noche, porque mañana pegamos el salto a Lombok, a las islas Gili.

Pero retrocedo, retrocedo, retrocedo…

15 de septiembre: Llegada a Bali, solo una noche, de paso para isla de Flores.

Kuta, en Bali, es un horror espantoso. No queremos volver jamás. Eso si, hemos cenado en un sitio cojonudo, gracias a «San Trip Advisor». El sitio en cuestión estaba el número 4, y con más de 900 opiniones, por lo que nos daba confianza. Se llama Fat Chow’s, de comida asiática. Creo que el mejor en los 6 días que llevamos aquí. Hemos pedido unos rollitos de verdura hervida con cilantro y yerbabuena que estaban riquísimos, satay de pollo con arroz blanco, y sopa de coco con curry y pollo y huevo, ligeramente picante. Los dos postres increíbles tambien. La decoración, informal, moderna, muy agusto.

 

Rollito vietnamita en Fat Chow, Kuta

 

Ah, y de precio bien. Todo eso más 3 cervezas y un cocktail, 443.000 INR, unos 27 € los dos. Pas mal de tout!
A la mañana siguiente, día 16, vuelo a Labuan Bajo, en la isla de Flores.

La Isla de Flores, como así la llamaron los portugueses tiempo atrás, debió en su época ser muy verde y florida. Tal y como nosotros la hemos visto es seca y casi desértica, al menos el oeste. Sin embargo, tanto Flores como todas las pequeñas islas que la rodean, tienen una belleza deslumbrante, por su orografía volcánica y el mar turquesa preñado de corales, que hace que llegar en avión sea una experiencia sublime.

 

Llegando a la Isla Flores

Llegamos bastante desorientados. Esta etapa del viaje la llevamos 100% abierta, sin reservas para las siguientes tres noches. Nos cogió algo amamonados, la verdad, y perdimos un buen rato en volvernos a encontrar. Finalmente, tras recorrer varias agencias locales, nos decidimos por hacer la excursión de dos noches y tres días en barco, combinando snorkel y senderismo por las islas de Komodo y Rinca.

Nuestro espíritu aventurero se vio recompensado, pues conseguimos para la primera noche una oferta de last minute en uno de los mejores hoteles de las playas de Labuanbajo, el Bintang Flores, 53€ con desayuno incluido. Perfecto para echar la tarde en la agradable piscinita, junto al mar.

 

Anochecer en Bintang Flores

 

En Labuan Bajo mejor no quedarse, es un pueblo horrible, que de entrada no ofrece ningún atractivo, al menos visible. Es polvorienta, ruidosa, incómoda para caminar, y por la noche se llena de motos tratando de captarte como taxis improvisados.

Fuimos a cenar a un sitio estupendo, el Happy Banana: buenísima la comida ( excelente el tartar de atún y el sushi), y el restaurante muy bien puesto. La dueña creo que era una guiri alta y rubia muy simpática que andaba por allí. Se notaba el toque occidental en los detallitos tipo las luces del techo que eran bombillas rodeadas de cadenas como poleas antiguas, la barra hecha de madera reciclada de colores, las fotos de indígenas enmarcadas en marcos dorados… Muy chulo! Pero repito, la comida, lo mejor. Y un regalo del cielo: me pedí una infusión de postre y me pusieron un tazón de jengibre, limón y miel casero, que estaba para morirse! Perfecto para mi sufrida garganta a estas alturas del viaje. Lo pienso hacer en casa!!

 

Tartar de atún en Happy Banana

El barco.
Bien, aquí tengo que reconocer que lo hicimos mal, muy mal. Después de no haber hecho la reserva por internet para, supuestamente, poder elegir in situ el barco, fuimos a varias agencias locales, y elegimos el que mejor precio nos ofrecía, en Komodo Flores Expedition, (4.600.000 INR, unos 290€ por los dos, con barco, alojamiento y comidas para tres días y dos noches).

Un precio estupendo, sí, pero NO FUIMOS A VER EL BARCO. Error!!! Resultó ser un barco tremendamente guarro y con pocas, muy pocas comodidades. Demasiado pocas, para pasar allí tanto tiempo. Por no tener, no tenía ni sillas! Lo único, un banco alargado donde comíamos, en la cubierta de abajo. Pero en la de arriba, ná de ná. Y menos mal que pusieron un toldito arriba! Allí al final acabé echando las mejores siestas, sobre unas colchonetas plasticosas que parecían sacadas de la guerra de Vietnam. : )

Barco sucio. La primera noche, 4:30 A.M., sentí un extraño movimiento dentro de mi saco, que resultó ser una cucarachita que buscaba el calor de mi cuerpo : / . Brinco, saco el cuerpo del saco y por supuesto que no me vuelvo a meter más ahí, pese al frío matutino. A la cucaracha la saqué por la mañana, a sacudidas, ella más sorprendida aun que yo… Hasta ese preciso momento de la identificación visual, en mi mente había sido muchas otras cosas antes que linda cucarachita…

Y ese baño! Mon diu! La puerta por dentro no ha conocido un bote de lejía en su vida. Ese tirador comidito de mierda. Como diría mi amiga May, entrar y salir de ese baño es una experiencia que imprime carácter. Era váter celeste + cutreducha mangueril que funcionaba a salto de impulsos. No había un lavabo en todo el barco, así que no quiero ni pensar en cómo se lavaba las manos Jimmie, el cocinero/guía/colega de viaje. La bandeja con triángulos de sandía que tan alegremente recibimos la mañana del jueves, la volvió a sacar a la hora del almuerzo, y de la cena, la misma, los mismos triángulos cortaditos, y el sábado, desayuno, almuerzo y cena. Cuando el domingo volvió a sacar lo que quedaba en la bandeja, no pude contenerme más y le dije «Thank you Jimmie, but this is no good anymore…». Máxime teniendo presente que la nevera era de hielo, y en las primeras 24 horas, por supuesto, ya se había derretido. A la mierda las cervecitas que habíamos comprado, allí se quedaron.

 

Nuestra tripulación en Rinca village

 

Pedazo de barco!

En fin, pequeños detalles que pasamos por alto, porque realmente lo importante es que estábamos en la puñetera bahía de Komodo, que íbamos a ver al famoso dragón, y uno de los fondos marinos más espectaculares del mundo.

Y mira si disfrutamos!!! En el primer buceo, en Kanawa beach, ya flipamos con la calidad y cantidad de coral, de peces y estrellas de mar, y la transparencia del agua, y en el segundo, brutal! Nadamos con peces manta! Fue muy muy emocionante. Venían en grupos, en un sitio en medio de la nada que llaman «manta point » por la cantidad de mantas que hay. Supongo que será por motivos reproductivos que allí se congregan. Fue una experiencia inolvidable ver esos bicharracos enormes, que parecen medio tiburones medio murciélagos, tan tranquilos, moviendo sus manta/brazos al compás de nuestra respiración. Poder verlos por abajo, desde arriba, de frente… Inolvidable momento.

 

Buceo en Kanawa beach

Cientos de estrellas de mar!!!

 

Peces manta en Manta point

 

Y eso no es todo. Presenciamos desde el barco el momento del despertar de una enorme colonia de murciélagos casi tan grandes como gatos, justo después de una puesta de sol de infarto. Eran miles y miles, y de pronto, uno tras otro se echaron a volar, al principio dos, tres, luego cientos y cientos! pasando sobre nuestro barco, en dirección a Komodo Village, en busca de bananas, que por lo visto les encantan. Nosotros en la cubierta de arriba, anonadados por lo espectacular y mágico del momento.

Los muerciélagos nos sobrevuelan


Y la guinda del pastel: el magnífico dragón de Komodo, probablemente lo que más se parece a un dinosaurio aun vivo sobre la tierra. Animal al borde de la extinción, (nos dijeron que quedan unos 3.500 o 4.000 ejemplares, y solo los puedes encontrar en estas islas), que andurrea alegremente entre Rinca y Komodo para deleite de los que vamos a verlos. El senderismo por esas dos islas nos dio una bienvenida tregua de tanto barco de Chanquete.

 

Con el ranger en Komodo

 
Aunque, qué importa que la cubierta no tenga hamacas, ni sillas, que el suelo arriba sea de caucho y te queme, si por las noches el cielo se llena de murciélagos y las estrellas parece que se han multiplicado y las estás tocando? Qué importa cómo esté hecha la comida , y si el tofu sabe fatal, si nuestros ojos se alimentan del paisaje de las miles de islas volcánicas rodeadas de aguas escandalosamente turquesas? Qué más da si nos duchamos a cubazos con un barreño mugriento, cuando tenemos oportunidad de limpiarnos en playas de arena blanca repletas de restos de corales, y bucear entre mil peces de colores?

 

En la cubierta de arriba todo se olvida

 

Doble orilla en Taylor Island

 

El remoto pueblo de Rinca

 

Mujeres secando pescado en Rinca

No creo que este remoto lugar mantenga por demasiado tiempo su frescura, ya se ven algunos hotelacos y una incipiente llegada de turismo de masas. Pero no importa. Indonesia tiene unas 22.000 islas, y en el mundo…imagínate!. Siempre habrá alguna a la que poder llegar en un barcucho y sentirse salvaje, pionero, un Robinson, quemarte la cara con el sol, arañarte la espalda con la arena coralina, y explorar poblaciones isleñas donde aún al llegar no se te echan encima, porque no están acostumbrados a que nadie vaya a verlos.
Para mi, ese buscar, ese sorprenderte al llegar, cambiar las bellas ideas preconcebidas por la insuperable realidad, vibrar con nuevas sensaciones, intercambiar miradas con personas que jamás volverás a ver, y de pronto conectar, para mi esa es la esencia de viajar.

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