Fin de año en Ibiza

Parece el nombre de un disco de los 80, pero no, es lo que me ha tocado vivir este año, por circunstancias sobrevenidas que no vienen al caso.

Cuatro días en casa de mi amiga Carmen, que trabaja allí desde hace algún tiempo, y nos invitó generosamente a mi otra amiga Raquel y a mí. Ni cortas ni perezosas sacamos un vuelo a cuatro días vista, y allí que nos plantamos la noche del 31 de diciembre.

 

Bellas vistas de Formentera desde casa de Carmen

El ambientillo de los aeropuertos una tarde de fin de año es algo insólito, hay una mezcla de gente con las pintas propias de viaje, y emperifollados; o como nosotras, que en la espera del vuelo a Ibiza desde Palma aprovechamos y nos pusimos pretties para la fiesta en los animados e incómodos servicios.

La cena a seis, cuatro españoles, una inglesa y un alemán, maravilloso menú vegano, – destacable unos noodles que se curró Carmen, con berenjenas, cebolla, pistachos, chili y lima que estaban increíbles – y transmisión de campanadas de por el ordenador, era ya lo que me quedaba por vivir, tras la TV de siempre y la radio de las situaciones de emergencias…

 

Cena en buena compañía

Y salir por la noche de Ibiza.

Ambiente local, muy joven, algo mojigato para ser donde era, pero muy alegre. Y la alegría brotó en el Café Mananga, con música en directo y saxo incluido. Bar de amigos, buen ambiente. Bailoteo.


El día 1 fue bastante de recuperar fuerzas.

Pasamos la tarde en comunidad, en casa de Carmen, haciendo juegos, charlando, pasar el tiempo como hacíamos de pequeños y que ya casi hemos olvidado. Dejar pasar las horas en compañía y paz.

Salimos a cenar a Santa Gertrudis, a Can Costa, un típico sitio de bocadillos calientes y chimeneas. Perfecto para la resaquilla y el cansancio. Las aceitunas y el queso, espectaculares.

El segundo día del año nos regalamos una escapada a la mágica isla de Formentera.

Ya había estado allí otras veces, y siempre percibí su energía , pero en invierno aumenta, por la soledad de sus caminos, sus extensos horizontes nublados, y ese aire persistente que parece que te quiera echar…

En bicicleta mucho mejor! En moto puedes recorrer toda la isla, y subir al faro de la Mota. En bicicleta , sin embargo, te debes conformar con, como mucho, llegar al Faro de Barbaria y una pequeña incursión a Ses Illetes. Pero es suficiente, porque es mejor de ese modo. El esfuerzo de pedalear en la suaves e interminables colinas, contra viento, el frío, y la soledad, te recompensa con creces. Parar en el cruce con el bar del emparrado, tomar un vino para reponer fuerzas, seguir pedaleando, llegar al «faro de la libertad», como lo llamó Raquel, y meternos en el agujero, y salir por el otro lado, y plas!!! El sol!!!! No lo habíamos visto en todo el día, y decidió salir en ese maravilloso momento. Otro regalo.

Saliendo del agujero

 

Faro de Barbaría

Más tarde, atravesar las Salinas con la bellísima luz del atardecer, y ver los fragmentos de sal volando entre las ruedas de nuestras bicis, cual copos de nieve. Otra vez bendita magia.


  
Bellísimo atardecer en Ses Illetes, y el puerto de la Sabina orgulloso de exhibir cómo el sol se postraba en su espalda.

Formentera siempre me deja con las ganas de quedarme por más tiempo, vivir más intensamente su espíritu.

Cenamos en la ciudad de Ibiza, en Comidas Casa San Juan, un clásico en el sector de la marina. Destacable la riquísima sopa de verduras, y el bacalao a la Ibicenca. Ambiente gustoso, local entrañable.

Domingo , la isla de Ibiza. 


Alquilamos un coche en un Low Cost ( 18€ por un día, a little piece of crap, pero nos llevó y nos trajo).

Condujimos al norte, al mercado hippy de San Joan de Labritja.

Hicimos una parada en uno de esos sitios súper cool que se encuentran en Ibiza y en pocos lugares más. Se trata del Espacio Micus, lugar de exposiciones permanentes del artista así llamado, y temporales de otros artistas. El museo, o galería, o como se llame es una obra de arquitectura en sí digna de visitar. Por el enclave, lo sensible de la construcción, la inteligencia en el uso de la luz y distribución de niveles. Me recordó a la Casa museo de César Manrique en Lanzarote. Espacios con alma.


El mercado, interesante, menudos elementos te encuentras allí, gente que probablemente tuvo un momento en su vida de cambio, y decidió quedarse en la isla, y han evolucionado como seres extravagantes y algo esperpénticos, tal es el precio de su independencia.

Señoras con ponchos enormes de lana gorda y peinados imposibles, hombres con abrigos de pelos de lo que parecía gato, sombreros de fieltro, viejos vestidos de juglares, sherpas, niños con abrigos de peluches a rayas, sandalias de tacón con calcetines… Un caleidoscopio de tipos humanos difícilmente visibles en Sevilla. Te estimula los sentidos.

Comimos en un vegetariano riquísimo, de cuyo nombre no logro acordarme, ( «Sabores naturales?»), no creo que haya muchos allí! Está en frente de la plaza, en la esquina. Lugar con encanto. Precio medio-alto (17€/pax solo un plato y una cerveza).

 

Cervezas artesanas de la isla

Y por la tarde, café en La Caleta, donde te ponen un café muy conocido en Ibiza, mezcla de queimada gallega, café irlandés, perfecto para el frío atardecer a pie de mar.


De noche, paseazo por la Dalt Vila de la ciudad de Ibiza. Disfrutamos de sus deslumbrantes vistas del puerto. Puedes quedarte embonado mirando las farolas de la bocana, la entrada y salida de barcos, la suave capa de movimiento de olas en la superficie del inmenso mar. Majestuoso el castillo, la mole de piedra orgullosa que mira indiferente el ir y venir de turistas, viajeros y almas perdidas.

Dalt Vila Ibiza

Cena de despedida en restaurante indio, Ancient people, comimos todo veggie, rico, bien de precio (17/pax con vino y cervezas) , agradable sitio, aunque me quedé algo desconcertada con el calendario maya que hay en la pared… Al final de la cena se me durmió la pierna, tanta postura oriental y cojines en el suelo para comer y mi cuerpo occidental se resiente.



Escapada de 4 noches acertada, no pudo venir en mejor momento. Gracias Carmen, gracias Raquel. Y como diría Julieta Venegas, Gracias a la vida.

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